Servir a Dios en este ministerio siempre ha sido un privilegio porque puedo ver como Dios transforma vidas empezando por la mía pero ir a los Ángeles a servir con mujeres latinas fue una gran experiencia en la que Dios me sensibilizo a la necesidad de estas mujeres y familias que ya conociendo a Dios es difícil vivir en una sociedad que no les da las mismas oportunidades que a los demás y que las marca por su origen . Así que cuando oí sus testimonios y sus esfuerzos por hacer una vida nueva en otro país me motive aún más a hablarles de nuestro Dios como nuestra esperanza en cualquier circunstancia, de la identidad que él nos dio y la verdad de nuestro valor y función en nuestra familia y en la sociedad. Dios fue el que tocó sus corazones y ser testigo de como cada una fue soltando sus cargas ante Él para no seguir luchando solas, fue maravilloso porque vi una ves mas que la EPM es del espíritu Santo y el extiende su ayuda a cada una de nosotras en el momento exacto.
Fue un gusto hermoso conocer a las hermanas en Visalia y le doy gracias a Dios que une al servir.

Doy gracias a Dios que me permitió ir . Estar en ese lugar, Visalia y compartir del amor del Señor fue como lo expresé allá, nos une la sangre de Cristo Y aunque solo fueron Dos días, cuando escuchaba sus testimonios y cómo compartían también sus cargas pude abrazarlas y orar por ellas y sentirme identificada con ellas .

Y yo creo que así como a mi un día El Señor me mostró que no estaba cumpliendo su propósito como esposa ni como Mamá. Y El Señor empezó a hacer cambios .

Así lo ara también con ellas . Y es mi oración que ellas reconozcan que son de gran valor para Dios y que cada una de ellas tiene características y cualidades especiales.

Fue una experiencia inolvidable el haber convivido ese tiempo con Bellas mujeres de Visalia, el ver que a través de cada una de las conferencias Dios iba hablando a sus corazones y que pudieron darse cuenta de lo que tenían

que cambiar para ser mejores madres, pude ver que a través de las experiencias compartidas por cada mujercita en la mesa Dios

fue sanando sus corazones. Dieron de su tiempo para ir y querer mejorar, y se que ese tiempo no fue en vano, porque Dios seguirá haciendo grandes cosas en ellas para tener familias fortalecidas. Les agradezco la calidad humana y el amor que tuvieron hacia nosotras, el darnos lo mejor sin conocernos, no cabe duda que Dios nos une en amor y para Dios no hay fronteras.

Para mi fue hermoso poder experimentar la comunión entre las hermanitas. Pues aun sin conocernos nos sentimos en casa. Las hermanas que nos hospedaron y nos dieron los alimentos fue algo muy mexicano. Nos sentimos honradas por tantas atenciones. Les doy las gracias por abrir su corazón y permitirnos compartir la escuela para madres.